Esta flor a la que coloquialmente se llama estrella por el resplandor que desprenden sus pétalos, además de dar nombre a la aldea, se caracterizaba por ser bastante complicada de encontrar, situación que afortunadamente pude solventar nuevamente gracias a la amabilidad de los lugareños, que me ayudaron a identificar una zona a un par de horas de camino de allí donde crecía este raro espécimen.
Una vez anotadas todas las indicaciones y después de que los vecinos me advirtieran encarecidamente que no me apartara del sendero señalado por ningún motivo, comencé el paseo por el camino que me habían indicado . En cuanto emprendí la ruta entendí el porqué de tanta insistencia. Mirara hacia donde mirara el paisaje era tan similar que hasta a los más expertos excursionistas les costaría encontrar el sendero de vuelta .
Así tras dos horas de camino, que pasé deleitándome en el paisaje boscoso e invernal que me rodeaba, un pequeño resplandor blanco a un lado del camino atrajo mi atención. Me dirigí sin perder el tiempo hacia allí y encontré las flores sin más inconvenientes. Hacía años que no había visto una, pero seguía sorprendiéndome ese resplandor claro y ultraterreno que despedían tanto de día como de noche, en cualquier estación del año, y que según contaban las antiguas tradiciones no sólo protegía y guiaba a las almas de los muertos sino que también servía de poderoso escudo ante cualquier fuerza maligna que pretendiera dañar a las personas.
Mientras recogía las flores y las guardaba en un recipiente especial para que se conservaran frescas el mayor tiempo posible, un movimiento extraño fuera del camino atrajo mi atención. Como no lograba identificar su origen, pues no hacía viento y tampoco había animales cerca, cerré el recipiente que contenía las flores y haciendo caso omiso a las advertencias recibidas, me dispuse a investigar al respecto. De este modo, avance unos pocos minutos a través de arbustos y árboles, perdiendo de vista el sendero, lo que por supuesto, demostró ser un garrafal , pues en el momento en que quise volver sobre mis pasos me resultó imposible. Intenté volver al camino lo que me pareció una eternidad y a medida que transcurría el tiempo el pánico iba haciendo acto de presencia.
Después de estar un rato con la sensación de estar andando en círculos, me senté debajo de un viejo roble para intentar serenarme y pensar con claridad. De dicha reflexión saqué la conclusión de que lo más sensato sería permanecer sentada en el mismo lugar pues había oído tiempo atrás que, cuando uno se pierde, lo más conveniente es quedarse en un mismo sitio para que puedan encontrarte con más facilidad.
Mientras esperaba, el atardecer fue dejando paso a la luz de la luna y una sensación de creciente amenaza se fue apoderando de mi cuerpo, una situación que por cierto, los sonidos que escuchaba a mi alrededor no ayudaron a mitigar. Así que, para intentar tranquilizarme, me dediqué a estudiar esos sonidos con detenimiento para, mediante un razonamiento lógico, ir descubriendo lo que los estaba produciendo. Esta técnica no tardo en funcionar, pues después de pensarlo poco tiempo logré asociar la mayoría de los sonidos que oía con el viento y con pequeñas aves nocturnas que en principio no representaban ningún peligro.
Cuando ya empezaba a relajarme un poco, aquel sonido que me había apartado del camino en un principio volvió a hacer acto de presencia a escasos metros de mí y, como soy bastante cabezota y ya que me había perdido por intentar descubrir que era lo que provocaba ese sonido , me levanté decidida a ver de que se trataba todo el asunto. Rebuscando entre los bolsillos de mi chaqueta encontré una pequeña linterna que había comprado hace mucho tiempo y que tenía totalmente olvidada.
Así, con la linterna en la mano caminé hacia los matorrales mientras intentaba recordar que tipo de especies vivían en este bosque . Esos arbustos eran demasiado pequeños para que se tratara de un oso, de los que por cierto ya quedaban pocos ejemplares en estas montañas. Podría tratarse de un lobo pero recordé que hacia por lo menos 10 años que no se había visto ninguno por estos parajes. Poco a poco me fui acercando con gran precaución y mientras me entretenía en mis cavilaciones algo hizo que me frenara de golpe. Un poco más allá del arbusto puede vislumbrar pequeñas lineas de hierba aplastadas como si algunos insectos o animales hubieran andado componiendo una especie de cadena en el suelo. Enseguida pensé que podría tratarse de una especie invasora de gusanos gigantes que estaban empezando a infestar los bosques de la región y acabando con muchas de sus especies vegetales.
Para cerciorarme de que lo eran y así poder avisar a las autoridades pertinentes me dirigí hacía esa zona . Al llegar traspasé una de esas delgadas lineas y en cuanto lo hice una especie de descarga eléctrica recorrió mi cuerpo haciendo que cayera de bruces a la vez que escuchaba como la bombilla de la linterna, que hasta entonces había tenido en la mano, estallaba en mil pedazos hiriéndome levemente la mano y haciéndome un rasguño en la cara. Después de eso tardé unos segundos en levantarme pues la descarga me había dejado profundamente mareada y absolutamente desorientada. Cuando por fin pude incorporarme ya estaba al borde de un ataque de ansiedad ya que no sabía donde estaba y para colmo de males había perdido la única fuente de luz que tenía.Por suerte, la luz de la luna resplandecía lo suficiente como para ir avanzando a tientas y así poder buscar un sitio más seguro donde pasar la noche.
Al poco tiempo de comenzar a andar y, como si alguien hubiera respondido a mis suplicas internas , apareció una chica joven y rubia que llevaba una lámpara de aceite en la mano izquierda y un vestido verde que, recuerdo pensar, era muy poco apropiado para la época del año en la que nos encontrábamos. Contenta por haber encontrado a otra persona en mitad de esa montaña que parecía estar lejos de todo, corrí hacía ella como pude, me presenté y la chica hizo otro tanto . Su nombre era Dalia y después de explicarle mi situación me invitó a su pueblo , el cual según ella no estaba muy lejos, para pasar la noche y curarme las heridas. Accedí sin pensar porque ya era noche cerrada y estaba segura de que nadie vendría a buscarme por lo menos hasta mañana por la mañana…