Ciudad negra

«Y los dioses,

para mayor engrandecimiento de su gloria,

levantaron la ciudad de piedra negra

que en adelante serviría como punto de encuentro

 entre su divina inmortalidad

y la deslumbrante y efímera llama de la humanidad»

La joven había caminado muchas leguas para llegar a la antigua ciudad de Bessekai.

Había sido un camino difícil y arduo lleno de dificultades y de muchos sustos pues, aun siendo ella la discípula de un sacerdote sintoísta, ver las señales fatuas que indicaban el camino hacia la sagrada ciudad le provocaba cierto nerviosismo.

Yuki había sido educada para ser sacerdotisa desde que tenía memoria y, aun así, después de los años de preparación no estaba del todo segura de estar preparada para semejante prueba.

 Y es que, según contaban, las supremas deidades que regían la ciudad tenían impuesto un listón muy elevado a la hora de dar el beneplácito a los atrevidos mortales que se atrevían a entrar en ella. También hay que decir que la obtención de dicha aprobación lo era todo, pues solo a los que juzgan dignos los dioses les entregaban los poderes sobrenaturales necesarios para optar al honorable puesto del sacerdote de un templo.

Camino por valles, luminosos y por otros oscuros. Vio días que le regalaban dulces y cálidos rayos de sol y otros que la sumían en tinieblas. Vio, espíritus de ancestros que salían a su encuentro. Vio los Kamis que residían en el agua, en el viento, en el bosque y en la espirituales llamas que alumbraban su camino.

Llego a la ciudad después de 21 días intensos y al llegar se paró a contemplar las murallas negras de la sagrada ciudad. Eran inmensas y de una altura tal, que estaba claro que no podían ser obra de manos humanas.

No había ningún humano ni ente sobrenatural haciendo guardia, así que siguiendo su instinto se acercó a las puertas oscuras.

-Mi nombre es Yuki- dijo-. Vengo del templo del dios del fuego Kagutsuchi y deseo someterme a las pruebas para convertirme en sacerdotisa.

Mientras esperaba la respuesta las puertas empezaron a moverse dejando a la vista el interior de la magnífica ciudad. De pronto aparecieron un par de lobos blancos que flotaban rodeados por unas llamas azules.

-Bienvenida aspirante- dijeron los lobos -. Síguenos y serás sometida a la prueba como deseas. Ahora bien, hemos de advertirte que una vez que cruces este umbral no podrás volver atrás. Y el precio para los que se atreven a llamar a estas puertas y fracasan es alto. ¿Sigues queriendo pasar?

-Sí- dijo ella-. Para esto me he estado preparando toda mi vida.

De este modo entró y siguió a los lobos a través de la ciudad…

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